El anarquista que se llamaba como yo
Autor: Pablo Martín Sánchez
Editorial:
Acantilado
Barcelona
2012
Género: Novela
ISBN: 978-84-15689-18-8
Depósito
Legal: B.
31 492-2012
Nº
Páginas:
614
Sorprende comprobar tanto buen hacer en un
autor relativamente joven (35 años) y más en la que es hasta ahora su primera
novela, ya que con anterioridad solo había publicado un libro de relatos (Fricciones, EDA, 2011).
Pablo Martín Sánchez nace en 1977 cerca de Reus
(Tarragona). Y a poco que indaguemos en su vida nos damos cuenta de que siempre
ha estado ligado al mundo editorial (pese a que también hiciera sus incursiones
como atleta o actor). De hecho, ha trabajado como lector, corrector, traductor
y librero. Y su formación es totalmente literaria: Graduado superior en Arte
Dramático, doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y con un
Master en su haber en Humanidades. Además, fue fundador de la revista Verbigracia, redactor en la revista
digital La Siega y colaborador
habitual en la revista Rinconete (del
Centro Virtual Cervantes). Y como anécdota pasó un año completo de su vida en
París, siguiendo los pasos de su admirado escritor Georges Perec. Por todo
ello, podemos considerar a Pablo Martín Sánchez un joven de formación
humanista, con un amplio bagaje cultural a sus espaldas, lo que explica que
esta novela, de corte histórico, publicada por primera vez en noviembre del año
pasado (o sea en noviembre de 2012), en Acantilado, vaya ya por su tercera edición.
Y por si no fuera suficiente con lo anterior la
avala una sólida editorial. Acantilado nació en 1999 gracias al profesor de
literatura de la Universidad Pompeu Fabra, Jaume Vallcorba (que acumulaba tras
de sí veinte años en la editorial catalana Quaderns Crema), quien enseguida
inició la publicación de obras imprescindibles de la literatura como Memorias de Ultratumba de Chateaubriand
o Las Conversaciones con Goethe de
Eckermann o Los ensayos de Montaigne.
Así que no es tan extraño que esta novela haya
recibido ya un premio, el premio a la mejor ópera prima 2012, otorgado por la
revista El Cultural. Y es que son,
además, muchos los factores que han influido en ello.
Por ejemplo, este libro posee una cuidada
estructura. Consta de un prólogo en el que se nos cuenta que la historia se
creó a partir de una coincidencia onomástica, ya que al autor se le ocurrió un
día teclear su nombre completo en el Google y entonces se dio cuenta de que
había habido un militante anarquista vasco con su mismo nombre, el cual había
participado en una incursión revolucionaria (en 1924), gestada en París por los
exiliados españoles, promovida a fin de derrocar a Primo de Rivera, pero que al
final fracasó. En aquellos sucesos de Vera murieron dos guardias civiles y
algún rebelde y terminó con el apresamiento de la mayor parte de los
insurrectos y la condena a muerte de tres de los inculpados, uno de ellos era
Pablo Martín Sánchez y los otros dos: Julián Santillán Rodríguez y Enrique Gil
Galar, no obstante, Pablo nunca llegó a pisar el patíbulo porque justo antes de
ser ejecutado se precipitó por una ventana al vacío.
Luego viene el cuerpo central de la historia
que se divide en tres partes y, finalmente, cerrarán el libro el epílogo que
(junto al prólogo y la adenda) volverá a sorprendernos. Y es que el escritor
habla en todos ellos con un lenguaje muy directo y confidencial, haciéndonos
partícipes de sus dudas y de sus esfuerzos a la hora de realizar este trabajo.
Y, concretamente, en la adenda aprovecha incluso para advertirnos de que el
final de la historia podría haber sido otro al recogido por la versión oficial.
Otro gran acierto es que la historia esté
contada a dos tiempos, ya que este hecho la dotará de un gran dinamismo y
agilidad. Ya desde el principio se alternan siempre y hasta el final dos
historias (que en realidad son diferentes momentos de la misma). Los capítulos
más históricos o de trama tienen numeración arábiga y suelen ir precedidos por
unas entradillas que son citas textuales, extraídas de diarios o textos de la
época, lo que otorga mayor verosimilitud en general a todos los hechos que aquí
se recogen, y los capítulos de biografía tienen numeración romana y son más
personales correspondiéndose con la infancia, adolescencia o juventud del
protagonista.
En cuanto al tema, arranca el libro con la
historia principal, que es la que da comienzo en 1924 cuando Pablo tiene 25
años y se encuentra trabajando en la imprenta La Fraternelle de París. Hasta
allí se desplaza su amigo, Robinsón, para convencerle de que participe
activamente en una conspiración que se está fraguando para derrocar al general
Primo de Rivera. Pese a que Pablo se muestre al principio reticente, acabará
participando en los sucesos de Vera de Bidasoa (Navarra), junto a otros
compañeros, como Robinsón, que terminarán con una condena a muerte para él y
otros dos de sus compañeros. Y en la otra parte de la línea argumental que
corre paralela se nos narran los orígenes de su familia y el nacimiento del
protagonista en 1890 en Baracaldo, además de su infancia, adolescencia y
juventud, como decíamos antes.
Pero lo mejor de todo va llegando conforme va
acercándose el final del libro cuando ambas líneas argumentales convergen en el
último capítulo. Y es que estamos llegando a uno de los puntos culminantes de
libro y se llegan incluso a repetir párrafos enteros, lo que contribuye a
acentuar más si cabe ese dramatismo final.
Es un hecho encomiable que el escritor Pablo
Martín a partir de un personaje casi desconocido ha dado vida a toda una
historia. Lo más fascinante es el despliegue de datos históricos que ha sabido
manejar. Y es que detrás de este libro se esconde una ardua labor de
investigación que duró casi cinco años. Una de las primeras cosas que hizo fue
consultar el Diccionario Internacional de
Militantes Anarquistas, pero aún no había llegado a la letra que andaba
buscando, por otro lado, consultó los diarios de la época en la Biblioteca
Nacional y viajó a Vera de Bidasoa y a París, y leyó con atención La familia de Errotacho de Pío Baroja
que se hacía eco de los sucesos de Vera y donde aparecían ya Pablo y Robinsón,
y visitó una residencia de ancianos en Durango a la sobrina de Pablo Martín
Sánchez, todo ello en busca de la información necesaria para sentar las bases
reales de este libro.
La acción principal transcurre en el París de
los años veinte porque París en esos momentos era un hervidero de exiliados,
sobre todo españoles. Gracias a este retrato de época, asistimos a los pilares
y posterior desarrollo del movimiento anarquista y no solo en España sino
también en Francia, EE.UU. y Argentina:
“(…) París es ahora
mismo el epicentro del anarquismo español, pero también había gran número de
comunistas, de republicanos y de catalanistas, de sindicalistas y de
intelectuales, incluso de prófugos y de desertores; en definitiva, de todos
aquellos que por un motivo u otro han tenido que refugiarse en Francia, huyendo
de las palizas y las torturas de la Guardia Civil española. No faltaron algunas
de las grandes figuras políticas del momento, como Marcelino Domingo o Francesc
Macià; o incluso Rodrigo Soriano (…)” (Pág. 21).
Pero, no será este el único paisaje, sino que
serán muchos y muy variados los escenarios que desfilarán por estas páginas,
reflejando momentos capitales del devenir de las primeras décadas del siglo
veinte, en España y en el resto del mundo, con el nacimiento del cine de los
hermanos Lumière; el movimiento anarquista en París o Buenos Aires; la vida de
intelectuales de renombre como José Ortega y Gasset, Unamuno o el propio Blasco
Ibáñez, exiliados en Francia; la Semana Trágica de Barcelona; la batalla de
Verdún durante la I Guerra Mundial (en la que nuestro protagonista trabajó como
corresponsal); la guerra de estado; la olimpiada, y otros escenarios menos
importantes pero que aportan su granito de arena a la hora de dotar de colorido
costumbrista a toda la novela como son Béjar, Salamanca, Baracaldo y Vera.
Los personajes son otro elemento importantísimo
de esta obra porque están muy bien construidos. Uno de los mejor logrados es Robinsón
(es a través de él, su mejor amigo, que conoceremos mejor a Pablo). Además, lo
encontraremos al igual que a Pablo en ambas líneas argumentales, de hecho, de
estos dos personajes acabaremos sabiéndolo prácticamente casi todo, que
Robinsón es vegetariano, que le gusta llevar el pelo largo, que le gustan los
perros y es naturista. Y de Pablo que no lloraba casi de pequeño o al menos eso
decían, que aprendió a hablar tarde, que no podía oler nada (porque padecía
anosmia), que tenía el corazón en el lado derecho en vez de en el izquierdo (situs inversus), que su primer y gran
amor fue Ángela. Y todos y cada uno de estos detalles nos los hará sentir como
cercanos y entrañables.
El siguiente fragmento es una buena muestra de
cómo cada uno de estos detalles por insignificante que sea cumple su cometido,
en este caso, adelantarnos que era diferente al resto, que era valiente, que
era poco o nada creyente, etc.
“Ya al día siguiente,
sin tiempo que perder, Pablo Martín Sánchez era bautizado en la iglesia de San
Vicente Mártir, la misma donde sus padres se habían casado nueve meses antes. Y
tampoco le dio por llorar esta vez, ni siquiera cuando el joven párroco don
Ignacio Beláustegui le echó en la cabeza el agua purificadora, acompañando el
gesto de tres inoportunos y sustanciosos estornudos que vinieron a consolidar
la ceremonia bautismal” (Págs. 32 y 33).
Por otra parte, resulta interesante comprobar
cómo el autor ha sabido plasmar los dos tipos de revolucionarios que existían
en la época, los de pistola y acción como pueden ser Francisco Ascaso y
Buenaventura Durruti y los de discurso y salón como eran más bien Ortega y
Gasset y Vicente Blasco Ibáñez, y también las diferencias y suspicacias que
existían entre los dos grupos.
En realidad, son muchos
los personajes y actúan como una especie de mosaico para recrear toda una época
y nuestro autor lo hace con gran acierto consiguiendo a la vez una mezcla entre
novela histórica (ya que, por una parte, es muy rigurosa y fiel a los hechos) y
novela de aventuras (ya que los huecos históricos son complementados por las
historias humanas, que al fin y al cabo son quizá las más importantes y con las
que al final nos quedamos todos).
Y a medida que vamos avanzando en nuestra
lectura, nuestro interés como lectores va in crescendo, ya que vamos conociendo
mejor a los personajes y a los hechos en los que estuvieron involucrados, por
lo que vamos implicándonos nosotros también cada vez más en los acontecimientos
y en sus destinos, además, todo nos llega a través de un lenguaje sencillo,
fluido y de una alta calidad literaria. Y es en los momentos más emotivos
cuando el lenguaje alcanza su mayor esplendor. Es sobre todo cuando se enlazan
las dos historias, porque han llegado al mismo punto y tenemos próximo el
dramático final, cuando tenemos el lenguaje más poético:
“—Disculpe —paró un
anciano que pasaba por la calle—, ¿podría decirme la hora?
El hombre le miró a
través de unos gruesos anteojos y se limitó a decir, antes de continuar su
camino:
—Ahí en el fondo del
reloj está la muerte. Pero no tenga miedo, joven.
Entonces sonó un trueno
y comenzó a llover a gritos todo el cielo” (Pág.
561).
O tan solo unas páginas
más adelante tenemos este otro fragmento de increíble belleza:
“Era un domingo
lluvioso y triste, de esos domingos que parecen estar hechos para los suicidas
y los sepultureros” (Pág. 568).
Por último, esta novela nos recuerda a las
grandes novelas de otros tiempos, de hecho, no le falta ninguno de los
ingredientes de las grandes novelas realistas y naturalistas de la segunda
mitad del siglo XIX, tenemos una novela muy extensa, como aquellas, de
seiscientas y pico páginas, un amor imposible y folletinesco con duelo y todo
incluido, una infancia y una juventud bastante duras del protagonista, guerras,
revueltas, luchas de los sindicatos por mejorar las condiciones laborales de
los trabajadores… Y el narrador es, como también solía ocurrir en aquellas
grandes novelas, un narrador omnisciente.
Con todos estos
ingredientes: emoción, suspense, intriga, guerra, amor… y un estilo narrativo
claro, sencillo y conciso, la novela tiene la virtud de ir conquistando, poco a
poco, al lector. Una obra que nos sorprenderá sobremanera porque parece casi
salida de otra época en algunos aspectos y de esta, por supuesto, en otros muchos.
Y lo más importante y destacable es que consigue a todas luces dos objetivos
fundamentales en cualquier escrito: entretenernos y emocionarnos.
Javier Úbeda Ibáñez, escritor, crítico literario y miembro del proyecto REMES (Red Mundial de Escritores en
Español).
Nació en Jatiel
(Teruel), en 1952. Y reside actualmente en la ciudad de Zaragoza.
Es autor del conocido
libro de relatos breves y poemas Senderos
de palabras (Pasionporloslibros. Valencia, 2011) y de los cuentos Daniel no quiere hacerse mayor
(Pasionporloslibros. Valencia, 2011) y La
Elegida (Pasionporloslibros. Valencia, 2012).
Ha publicado numerosos
artículos de opinión tanto en prensa digital como en prensa escrita. Algunos de
los títulos más significativos han sido: “La educación: significado y
objetivos”; “Paternidad responsable y responsabilidad educativa”; “La función
educativa del Estado”; “La valoración del conformismo ambiental”; “Reflexiones
sobre la democracia”; “Libertad y responsabilidad en la información”; “La iniciativa
privada” o “Reflexiones sobre la libertad”.
Además, es autor de numerosas reseñas
literarias, relatos cortos y poemas, que han ido viendo la luz en importantes
revistas de España como Almiar, Ariadna-RC,
Culturamas, Fábula (de la Universidad de La Rioja), Horizonte de letras, La
Sombra (de lo que fuimos), LetrasTRL, Literaturas.com, Luke, Magazine Siglo XXI, Narrador, Narrativas, Palabras Diversas
o Pluma y Tintero… y también en
revistas del extranjero como Gaceta Virtual, Letras en el andén, Literarte, Poeta (todas ellas de Argentina) o Cinosargo (Chile), La ira de Morfeo (Chile, Argentina y Brasil), Letralia (Venezuela), Letras Uruguay o Palabras (ambas de Uruguay), entre otras muchas.