
SUSAN VREELAND
La pasión de Artemisia empieza con el juicio al que debió someterse Artemisia Gentileschi, joven y bella, con talento para el arte, es una de las pocas mujeres que durante el siglo XVII sobrepasaron con excelencia el talento de muchos pintores de la época.
La novela cuenta la trágica historia de esta mujer, hija de Orazio
Gentileschi, un pintor de renombre que, al ver el talento de su hija con el
pincel, decidió que esta iniciara sus estudios profesionales en el taller
familiar, pero bajo la supervisión de Agostino Tassi, pintor amigo de
Orazio.
Agostino no pudo resistirse a la belleza de Artemisia a la que violó y
luego negó toda implicación en el caso. Ni que decir tiene que, a pesar de que en el
proceso inquisitorial se demostró que Tassi había intentado asesinar a su
esposa, robar a Orazio y que la acusación por violación era fundada, Artemisia
tuvo que sufrir tortura para demostrar su inocencia y hubo de someterse a un
humillante examen ginecológico; debió
defender su honor y su virginidad atada a una silla en la que sus dedos, su más
grande tesoro, estaban sujetos a unas cuerdas que se iban tensando cada vez más
sin compasión, ante la mirada triste de su propio padre, incapaz de defenderla. La Sibila,
como se llamaba el artilugio en cuestión, macabra elección de nombre, en clara
alusión a aquellas profetisas de la Antigüedad que siempre decían la verdad.
Artemisia intentó reconducir su vida. Su padre consiguió arreglarle un matrimonio con un pintor modesto, Pietro Antonio Stiattesi, pero solamente su pintura fue para ella un consuelo.
La obra cumbre de esta pintora fue Judith decapitando a Holofernes, episodio bíblico que recreó en varias ocasiones en un obsesivo intento de gritarle al mundo su rabia contenida. Muchos expertos creyeron ver en el rostro de Judith a la propia Artemisia y en el de Holofernes, a su violador. Una vida que se repasa en esta preciosa novela llena de arte, emociones y sentimientos encontrados.