jueves, 3 de marzo de 2011

El río de la memoria de Julio Llamazares


EL RÍO DE LA MEMORIA

Este es una novela que trata de un viaje. Un viaje que comienza en la desembocadura de un río en otro (el lugar donde pierde su nombre) y acaba en su nacimiento: un puerto que limita Asturias con León que se llama el Puerto de Vegarada. En las estribaciones de Los Picos de Europa.

Su autor sólo podía ser leonés y probablemente solo podía ser Julio Llamazares. Aquel que, cercano a ese río, pasó los veranos de su infancia. Que ama las riberas, los paisajes, las montañas, y sobre todo, las gentes que rodean a ese río. Que lo conoce casi como la palma de su mano y todos los veranos vuelve a él -¿adónde si no?- para reconocerse de nuevo en sus orillas.

Sé que no puedo -de forma objetiva- escribir sobre este libro. Porque para mí, igual que para él, allí se encuentra mi infancia. Pero hoy -que está todo revuelto- quiero volver a sumergirme en esta novela. Vuelvo a ella para hablar de la memoria de lo que fuimos, de las personas que acompañaron nuestro caminar, del recuerdo inevitable que nos hace ser lo que somos como única agarradera para continuar viviendo. Y me es difícil porque son muchas emociones las que acompañan ese viaje ...

J. LL. Escribe con una prosa brillante e intimista, pegada a la tierra – a nuestra tierra- un recorrido que es el que todos intentamos re-descubrir nuestras propias raíces. No hace falta gran cosa: una mochila, una brújula de explorador y un palo que nos sirva de bastón. Al caminar por la senda que creíamos perdida, nos encontraremos con personas que siguen aportándonos mucho más de los que nosotros mismos pensábamos.

“ El río del olvido” es el río de nuestra propia memoria y él, mejor que yo, lo escribe en unas páginas tan brillantes como son las que siguen:

"El paisaje es memoria. Más allá de sus límites, el paisaje sostiene las huellas del pasado, reconstruye recuerdos, proyecta en la mirada las sombras de otro tiempo que sólo existe ya como reflejo de sí mismo en la memoria del viajero o del que, simplemente, sigue fiel a ese paisaje.

Para el hombre romántico, el paisaje es, además, la fuente originaria y principal de la melancolía. Símbolo de la muerte, de la fugacidad brutal del tiempo y de la vida- el paisaje es eterno y sobrevive en todo caso al que lo mira-, representa también ese escenario último en el que la desposesión y el vértigo y el miedo al infinito destruyen poco a poco la mirada del viajero-el hombre en suma-, que sabe desde siempre que el camino que recorre no lleva a ningún sitio. Para el hombre romántico no es la mirada la que enferma ante el paisaje. Es el paisaje el que termina convirtiéndose en una enfermedad del corazón y del espíritu
(...)

La memoria y el tiempo, mientras yo recordaba, se habían mutuamente destruido - como cuando dos ríos se unen- convirtiendo mis recuerdos en fantasmas y confirmando una vez más que de nada sirve regresar a los orígenes porque, aunque los paisajes permanezcan inmutables, UNA MIRADA JAMÁS SE REPITE.(...)

...Con la convicción cada vez más asentada de que LOS CAMINOS MÁS DESCONOCIDOS SON LOS QUE MÁS CERCA TENEMOS DEL CORAZÓN.”

(El Río del Olvido) Llamazares

Cristina García-Rosales
                                                                                                                              (ESPACIO ESPACIOSO /
                                                                                                              http://nochesininsomnio.blogspot.com)
 

No hay comentarios: